Titania amaba la música como solo la luna puede amar al sol. Era su vínculo a una Tierra largo tiempo lejana, era su reflejo en bocas de seres que eran su propia forma, su propia existencia, su esencia en sí misma. La música era la representación de una voz que no existe, era el grito de los humanos al cielo para agradecer un regalo que apenas eran conscientes de recibir. Esos sonidos acompasados, esas notas en armonía, ese juego de magia creado con el más simple de los conjuros, era la propia Titania llamando a su alma para reaccionar, para curarse a sí misma, para cambiar por completo su razón de existir. 
Titania, que había nacido con el don más puro, con la razón de ser más lógica. Ella, que fue la última pero que ahora es siempre la primera. La hija pequeña, en eterna disputa con sus tres hermanos mayores por ser más, por crear más, por serlo todo cuando ellos son retazos y extremos que sin ella no podrían vivir. Titania, que es el sur que llama al propio universo porque ella es la perfecta representación del porqué de ese padre que no es padre porque no existe. Una diosa sin voz, ni vista, sin ya apenas alma que llamar propia, sin otra función que la de crear aquello que ella parece condenada a no saborear jamás. Una condena parecida a la de sus hermanos, dueños y esclavos de sus propias razones, de sus mismas existencias, pero en ellos siempre a mejor, porque ella, Titania, la cuarta diosa, la última y la primera, el sur de la Tierra, del Norte y del Cosmos; ella, conocida por dar lo intocable, lo inimaginable, lo que ni siquiera existe más allá que en concepto, está condenada a no sentir jamás lo que a los demás se les da sin pedir nada a cambio. 
Titania, que es la noche y el día y las gotas de color intermedias; que es un cometa al que no se le permite estrellarse jamás contra superficie que calme el sentir de sus temores que ya apenas siente, porque el alma se le ha marchitado, pero que recuerda con tanto terror como los niños al coco. Titania, que lo es todo porque lo da todo, porque sin ella ni el mismo Universo sería más que materia en constante búsqueda de un propósito;Titania, que nació con el alma más grande de los Cuatro Cardinales porque estaba destinada a darla toda para la gran causa por la que fue engendrada: dar vida. 
Y porque dar vida es ella, porque ella es la Vida y sin Vida no habría nada a lo que contar cuentos, a lo que espantar monstruos o derribar murallas; porque sin vida no habría caos que destripar cuando la calma se ahogara en sí misma, porque la calma ni siquiera podría existir; porque sin vida no habría muerte y sin ese círculo que siempre empieza y termina con ella, simplemente… nada. Porque Titania es sinónimo de Vida, por esa razón y ninguna otra, está condenada a vagar por los mundos, perdida en recuerdos de trozos de almas pasadas pero perdidas, sin sentir más que en memoria, porque su alma, que en un inicio era tan grande, no es más que un mero resquicio de lo que una vez fue. 
Porque la Vida no se crea sin más, no aparece de la nada para darlo todo antes de llegar a un fin. La Vida proviene de una fuente agotable de existencia, del alma de la propia Titania, de la vida de la propia Titania, de la inmensa empatía de la propia Titania. Ni aunque en un principio parecía un ciclo que no debería llegar a un fin, aunque parecía lógico pensar que cuando Titania regalara su alma a un cuerpo mortal ésta volvería a su legítima dueña cuando el mortal se encontrara al final del camino y le sonriera a su hermano, esas almas, esos trozos de tela arrancados de sus propias entrañas, jamás volvían enteros ni de la misma forma en que ella los había regalado. Volvían con cicatrices, a veces a trozos y a veces a resquebrajos. Volvían en forma de puzzle que era imposible juntar porque faltaban piezas perdidas en la Tierra. Volvían, pero cuando intentaban hacer click dentro de Titania nunca acababan de encajar porque ya no eran suyos, ya no eran una parte innegable de sí misma. Volvían y sin embargo, cuanta más vida le daba a la Tierra, más cicatrices ajenas le devolvía ésta y con el paso de los eones, cuando apenas le quedaba a Titania alma que fuera suya y solamente suya, las vidas que podía enviar de vuelta comenzaron a empequeñecer, a sentir más pero con menos brillo, a ser felices pero con recuerdos de vidas y emociones y olores que ni siquiera la propia Titania conocía. Los recuerdos de la diosa comenzaron a colisionar dentro de su propia alma con aquellos a quienes también había pertenecido y llegados a un punto, Titania fue incapaz de separar su realidad de la de ellos y fue allí, en la locura del consciente, en la cordura del insensible, en que Titania se perdió, en que la Vida, ni más ni menos, se cayó de bruces en el agujero más profundo del mar y no encontró salida de vuelta.

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Las partes que forman mi alma están aquí expuestas, ¿me muestras algunas de la tuya?