—La vida es una perra.
—Esa es ella, sí.
David da una calada a su cigarro con labios temblorosos, incapaz de mirar directamente a Daniel mientras es incapaz de callarse la pregunta que le devora la mente. 
—¿Y qué ocurre… qué ocurre cuando todo es tan monótono que no tiene nada de especial?
—Lo cambias y listos.
—¿Y si no puedo?
Daniel se encoge de hombres y sigue sin mirarlo cuando da una larga calada, haciendo que la llama del borde ilumine tétricamente su rostro.
—Entonces te pasarás la vida intentando contar emociones que no valen la pena porque hará siglos que habrás dejado de sentirlas. Si quieres que algo suceda, ve y hazlo tú mismo. No hay ningún ángel salvador que vaya a bajar y hacerlo por ti. ¿Quieres sentir más? ¿Quieres poder contar historias de sentimientos inolvidables? Entonces búscalos, pero no te quedes sentado esperando a que vengan a por ti porque jamás lo harán.
—Pero…pero tengo miedo.
—¿Y quién no?
Daniel vuelve dentro sin ni siquiera dedicarle una sola mirada. 

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Las partes que forman mi alma están aquí expuestas, ¿me muestras algunas de la tuya?