—Que estamos aquí, a mil mundos de distancia pero tan cerca que te rozo con el mero respirar y me sigues temiendo. ¿Por qué? ¿No ves que te lo he dado todo? Tienes mi alma, tienes mi corazón, mi esperanza, mi fe. Tienes cada resquicio de mí en tus manos pero tú sigues apartándote. ¿No lo entiendes? Me he hecho pequeño ante la inmensidad del amor que siento por ti, pero al darte todo lo que soy me he convertido en el ser más grande del universo. Te quiero con una intensidad que ralla la locura. ¡Ni siquiera soy capaz de entender lo que siento, de abarcar esta emoción, de palpar sus bordes! Es tan enorme que se me escurre de los dedos y me embadurna todo el cuerpo con tu esencia y tu voz y tus caricias y tus besos y tu risa. He renacido en tus claras carcajadas, en el ronroneo de tu pecho cuando te entregas a mí con todo lo que tienes en esas horas perdidas que logro robarte. Te has convertido en mi cauce de vida, en el agua que me sustenta y la comida que sacia mi hambre. Eres mi furia y mi pasión; mi alegría y mi gloria. ¡Santo dios! Eres incluso mi Paraíso y mi Infierno. Tan brillante… tan fuerte… A veces me pregunto cómo podía yo vivir antes de conocerte y no encuentro respuesta. ¿Vivía antes de ti, mi amor, vivía? ¿O era una mera existencia, un mero caminar a la espera de que saltaras en mi vida y lo cambiaras todo? No soy romántico, ni siquiera creía en el amor. Pero entonces apareciste tú y lo pusiste todo patas arriba. ¿Por qué tuviste que cambiarlo todo? ¿Por qué tuviste que cambiarme a mí si no tenías intención de acompañarme todo el camino? Me has reducido a la más pura necesidad y toda ella gira entorno a ti, ¡y ni siquiera lo ves! Podría arrancarme ahora mismo el corazón y dártelo que seguirías sin verlo. ¿Es que no me quieres? ¿Es eso? Porque si no me quieres, si has estado jugando conmigo todo este tiempo, si me has engañado como al tonto más tonto del planeta con tus ojos llenos de emociones y promesas, dímelo ya para que pueda lamerme las heridas o matarme para calmar el pesar. Dímelo ahora y todo acabará… Pero si no lo haces… si no lo haces voy a declararte la guerra, mi amor; voy a asaltar todas tus murallas, voy a atrincherarme en cada esquina que cruces para escaparte de mí y no dejaré campo sin destruir en mi afán por ganar esta batalla de la única forma posible. ¿Y sabes cuál es esa? ¿Lo sabes?—ella negó con la cabeza, con los ojos tan llenos de lágrimas que apenas era capaz de verle—. La única forma de que yo me alce vencedor en esta guerra entre tú y yo, mi amor, será cuando logré dispararte directamente al corazón a quemarropa. Sin piel ni sangre ni carne que haga de pañuelo a tus emociones. Solos tú y yo, mis balas y tu corazón desprotegido.

1 comentario:

  1. No me esperaba para nada ese final.. Ay que ver lo que hace el amor... ¡Si es que el amor mueve el mundo!

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